Alfredo Moreno habló en Enade la semana pasada y hoy miércoles El Pulso señala que puede disputarle la candidatura a presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) a Alberto Salas, presidente de la Sociedad Nacional de la Minería (Sonami).
Más allá de las palabras de Moreno, su presencia en el encuentro empresarial simboliza la falta de sintonía que tienen los empresarios y los medios de comunicación con la opinión pública. Esa misma que hoy le dice al gobierno que desaprueba la forma de llevar las reformas, sobre todo la educacional, pero que aprueba de manera importante a un MEO, a una Isabel Allende y a un Manuel José Ossandón. Es decir, critican a Bachelet, pero siguen optando por la izquierda (MEO y Allende) o por un hombre de derecha que ha optado por la calle (Ossandón).
Ya es una falta de empatía el hecho de llevar a Alfredo Moreno a la Enade. No porque haya sido el ex canciller del gobierno de Piñera, sino porque se ha transformado en el lobbista del grupo Penta, el cual está fuertemente cuestionado por el financiamiento de las campañas y por prácticas tributarias reñidas con buenas prácticas.
Y si ahora realmente algunos piensan en él como presidente de la CPC, la única interpretación que queda es que se quiere cortar el débil puente que existe con el Gobierno. Resulta difícil de imaginar cómo Alfredo Moreno se sacará su capa de hombre de confianza del grupo Penta cuando vaya a dialogar con el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, bajo cuyo paraguas funciona el Servicio de Impuestos Internos que es uno de los actores relevantes a la hora de llevar el caso contra este grupo empresarial.
Los empresarios pueden festinar a Alfredo Moreno, pero elevarlo a uno de los puestos gremiales más relevantes del país en medio de negociaciones claves para su actividad, es no entender la mirada que sobre ellos tiene el ciudadano común y corriente.