- Se independizó hace un año y medio y armó “Recabarren y Asociados” con cuatro socios y 35 abogados, especializados en asesorías tributarias.
- Esta abogada aún no puede creer que le haya costado casi tres meses para que le abrieran a su empresa una cuenta corriente. Otro tiempo parecido le tomó contar con el servicio de internet.
Publicado por La Segunda, Lunes 11 de julio de 2016.
Hace casi un mes, Soledad Racaberren hizo fiesta. Invitó a los clientes de Recabarren y Asociados a la inauguración de sus oficinas en Alcántara 107. No era un piso, sino que un edificio completo de tres plantas que pertenece a la familia Aresti –donde funcionaba la gerencia general de Tucapel- que ella junto a sus cuatro socios arrendaron por tres años.
Pero la sorpresa fue mayor cuando comenzaron a llegar los clientes de esta oficina de asesoría tributaria. José María Eyzaguirre de Claro y Cía, Alberto Kassis, presidente de Cial Alimentos, Juan Manuel Santa Cruz , del grupo Yaconi-Santa Cruz, y María Victoria Quiroga, quien administra los negocios de su hermano, Isidoro, entre otros. “Más que clientes, son amigos después de tantos años trabajando juntos”, dice ella.
En Santiago hay alrededor de 50 oficinas boutique de este tipo. “Yo creo que está tan complicado el tema tributario que pega hay para todos”, dice con seguridad.
Reconoce que nunca se imaginó cuando dejó EY hace un año y medio de que llegaría a tener una oficina de 35 profesionales asociados, a quienes llama “mis cabros” y donde un tercio son mujeres. Junto a sus socios Richard Haensel, Alvaro Pérez –ambos eran gerentes senior de EY-, Cristián Mena y Luis Felipe Ocampo han logrado atraer más de 150 clientes, pero la base constante está en torno a los 60.
“Seis de mis clientes de EY, me siguieron. No estaban dispuestos a contarle toda su vida al nuevo socio que les asignaran”, dice esta abogado experta en temas tributarios que se hizo públicamente conocida por su oposición a la Reforma Tributaria. Concede que hubo malestar por parte de la auditora por esta fuga de personas, “efectivamente eso se dio”.
-¿Qué le pasó a usted con eso?
– Me mantuve estoica todo mi último día en EY, pero cuando llegué a la casa y me senté, lloré y lloré. Fueron 25 años en un solo lugar y aunque había cambiado de nombre (Langton Clarke, Arthur Andersen y Ernst&Young), la gente con la que trabajaba era la misma. Además, Pablo Greiber que era mi jefe, me mandó un mensaje por whatsapp muy triste y a mí eso me pegó fuerte. Pero tal como ocurre en “Lo que el viento se llevó”, me sequé las lagrimas y me dije: “Mañana será otro día”.
El otro día
Durante la mañana de esta entrevista, Recabarren participó como oyente en el seminario “Liderazgo y Mujer: un círculo virtuoso”, en la UAI. Allí intervino para señalar que las mujeres debían formar redes.
Una afirmación extraña para una mujer que creció profesionalmente entre hombres. Fue la primera socia mujer de Andersen en 1997 . “Es más fácil entrar cuando uno ha sido criada viendo fútbol y si echas uno que otro garabato pasas a formar parte del Club de Toby. Pero no todas las mujeres son así . Una obligación de las que ya estamos, es ayudar a otras buenas profesionales a tener su oportunidad”.
Ella se ganó la suya. “Estudié mi enseñanza básica en la escuela pública Francisco Arriarán y en la 80, y la media la hice en el Liceo 7 de Providencia. Luego entré a Derecho en la Universidad de Chile”. Cuenta que cuando era “el medio pollo de Rodrigo Valenzuela, éste me forzaba en las reuniones tipo Icare a acercarme a los empresarios y saludar. Me moría de vergüenza, pero lo hacía”.
-¿Qué cara le ponían cuando se presentaba?
– Siempre se hacía un silencio. Yo saludaba, hacía uno o dos comentarios, y me iba. Lo importante es que la segunda o tercera vez que hacía lo mismo, uno te saludaba y eso obligaba al del lado a hacerlo.
Dice que ahora se levanta contenta. “Me he dado cuenta que entre más una sonríe, mejor es el mundo. Y ya hace una buena cantidad de meses que decidí que cuando saludo, sonrío”.
No es la única costumbre que adoptó en este año y medio. Comenzó a hacer yoga dos veces al día. “Hago una secuencia a las seis de la mañana para empezar con energía porque a las 7:30 am estoy en la oficina; y la otra, antes de acostarme”.
-¿Duerme bien?
-Como si tuviera la conciencia tranquila, responde muerta de la risa.
El banco se demoró tres meses en abrirles una cuenta corriente
“Lo que más me costó fue montar la empresa. Recién ahora me di cuenta lo terrible que es ser Pyme”, señala Soledad Recabarren. “Por ejemplo, nos demoramos tres meses para que el banco nos abriera una cuenta corriente. No estoy hablando de una línea de crédito, ¡solo queríamos una cuenta corriente! Internet fue otro problema. Pasamos dos semanas trabajando con el celular conectado al computador porque el proveedor nos pedía las últimas 12 declaraciones de IVA para entrar al segmento de empresas”, relata entre incrédula y frustrada.
“La verdad fue que incluso el arriendo lo conseguí porque un amigo me llamó para ofrecerme una oficina que tenía desocupada. No sirve poner de capital $500 mil o $ 50 millones, porque no tienes historial. Por eso, las Pymes funcionan en las casas y usan las cuentas del dueño”, concluye.
Una momia en la DC
-¿La remodelación de este edificio la hizo su hermano?
-Sí, la hizo mi hermano, Luis, que es constructor.
– El dice que es la oveja negra de la familia (son seis hermanos).
-Es que es DC y ahora quiere ser concejal por Santiago. Me pidió que votara por él para las primarias porque estoy inscrita en esa comuna. Con la fama de momia que tengo, fui a votar por mi hermano a la sede de la DC.