- La muerte de este ejecutivo de confianza de Julio Ponce provocó una pérdida enorme para el grupo. Este contador público era clave en el montaje de la ingeniería societaria del esquema de control de SQM.
Publicado por Economía y Negocios de El Mercurio, domingo 6 de octubre de 2013, página 2.
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En la mañana del domingo 16 de agosto de 2009, murió Jorge Araya Cabrera. Un hombre de gustos sencillos, quitado de bulla, miembro del Rotary Club y mano derecha de Julio Ponce Lerou. Sólo algunos pocos lograron dimensionar la enorme pérdida que su fallecimiento significó para el controlador de SQM, quien está actualmente formalizado por las operaciones en las sociedades cascadas.
Ponce y Araya habían creado estas sociedades y habían tenido éxito en mantener la hegemonía en el directorio de Soquimich. En abril de 2008 llamaron a juntas de accionistas, donde aprobaron aumentos de capital en Pampa Calichera, Oro Blanco y Norte Grande, dejando la instrucción de que aquellas acciones que quedaran disponibles se pudieran destinar a terceros. Ese fue el inicio de las operaciones de triangulación que la SVS sometió a investigación, las cuales comenzaron a llevarse a cabo en abril de 2009, pero la gran mayoría se produjo después de la muerte de este ejecutivo de confianza.
Araya pasó prácticamente toda su vida ligado a la compañía. Egresado de contabilidad de la Universidad del Norte, se incorporó en 1974 a la Sociedad Química y Minera de Chile (SQM), donde se desempeñó en las áreas de finanzas, auditoría y administración. Fue uno de los fundadores de Calichera y su primer gerente general. También ocupó allí el cargo de director, presidente y, al momento de su fallecimiento, nuevamente estaba al mando de la gerencia general. Al igual que lo estaba en Norte Grande y en Oro Blanco. En ambas sociedades ocupaba ese cargo desde 2005.
Su muerte dejó un vacío importante en el grupo que rodeaba a Ponce Lerou, quien en las memorias de cada una de estas sociedades le rindió un homenaje ese año: “A su perseverancia y constante dedicación a nuestra empresa, se sumaba una extraordinaria calidad humana, por lo que su legado perdurará en la memoria de todos quienes tuvimos la suerte de conocerlo”, escribió en la carta a los accionistas.
Araya era la persona encargada de operar tras bambalinas y lo hacía de manera prolija y sin grandes equivocaciones. “Llevaba la ingeniería societaria”, dice una fuente que trabajó con él. Quienes le conocieron explican que sabía calibrar perfectamente la oportunidad de una operación y hasta dónde llegar. También conocía al dedillo la historia de cada una de las sociedades, sus transacciones y por qué se habían hecho de tal o cual manera. “Si bien Ponce estaba compenetrado de las operaciones, no tenía la profundidad de Araya”, agrega un testigo que los vio trabajar juntos.
Dos días después del fallecimiento del gerente general de las cascadas, los directorios de estas tres sociedades se reunieron y decidieron nombrar a un joven Aldo Motta en su reemplazo, quien habría sido incorporado al grupo por Araya y hoy también está formalizado por la Superintendencia.