Rodolfo Navarro ha pasado sus 70 años en La Florida. Compró el terreno donde vive a una cooperativa. Cuando llegó, casi recién casado, no había luz ni alcantarillado. Todo lo fueron haciendo de a poco con su señora. Figura con dos autos, pero tiene sólo uno. El otro nunca hizo los papeles de transferencia. Es ordenado con sus cuentas, no tiene espacio para no serlo. Durante un mes conversamos sobre el día a día de este profesor de tango.
“Fue un cambio radical. Ganaba un millón y medio de pesos al mes y ahora recibo $350 mil. Probablemente debería haber seguido trabajando, pero no era justo, había trabajado toda mi vida y estaba cansado. Opté por una renta vitalicia hace cinco años, sentí que era más seguro.
¿Cómo se vive con $350 mil? Lo primero es la alimentación. Vamos al supermercado una vez al mes y gastamos $140 mil o $160 mil. Compramos fideos, arroz, salsa, cecinas, artículos de aseo y algunas bebidas. Antes iba otras dos o tres veces al mes y gastaba. Los regalos eran harto buenos para los nietos e hijos. Todo eso se acabó.
Los fines de semana nos toca feria y compramos unos $15 mil en verduras y frutas cada vez. Se nos van $30 mil en gas para la cocina y agua caliente, $50 mil en luz, y $40 mil en agua. El consumo de mi casa y la de mis hijas van al mismo medidor. Mi señora me ha retado por eso siempre. Ahora les cobro y me siento muy avergonzado. Tengo el mismo número de teléfono fijo hace 40 años, esos son otros $30 mil con internet incluida.
Además, está el pan que son mil pesos diarios y con eso llegamos a los $320 mil mensuales más o menos. Yo no entiendo cómo puede vivir una persona con $200 mil , realmente no sé.
Tengo una tumba en el cementerio El Prado desde hace 30 años. La mantención anual sale $30 mil. Me están llamando todos los días, la cobran en abril y no la he pagado. Las contribuciones son otros $30 mil trimestrales. Y el auto se lleva otros pesos.
Apenas jubilé, le dije adiós a la isapre. Era muy caro mantenerla. Quedé en Fonasa Tramo C, tengo que pagar algo, mi señora quedó en el aire.
Cuando comenzó la cuarentena compramos un saco de harina, un saco de cebolla, y otro de papas. Mi hija que trabaja en la municipalidad se encarga de comprarnos las cosas diarias. Salí a buscar los remedios al Cesfam, necesito mis inhaladores que me los dan gratis. Esta vez me dieron para dos meses.
En eso se va la plata. Mi señora hacía costuras y dulces para sus gastos. Antes yo ponía la carne, mi hija no me deja poner nada. Mi hijo me invita a restaurantes y él paga. Me cuesta aceptar eso. Uno se siente como inválido.
Los tangueros somos apretados
El centro de eventos no lo mantengo tan limpio. Dejé allí los materiales de la pieza que le estoy construyendo a mi nietecita. Los primeros días me preocupé de cambiar las luces y de hacer algunas reparaciones. Cuando me di cuenta que este año está perdido, me relajé.
Nadie en la familia quería que hiciera el centro de eventos. Mis nietos casi me mataron cuando vieron desaparecer los juegos y la piscina. El salón ocupó todo el patio y lo levanté con mis manos. Lo decoré a mi gusto. Uno de mis vecinos le llamó “El Paraíso” y así quedó bautizado. Mi señora, mis hijas, sus maridos y mis nietas terminaron ayudando.
Los sábados arrendábamos el centro para cumpleaños, graduaciones, fiestas familiares, hasta matrimonios organizamos. Mi nieta hacía las entradas de palta reina. La otra niña los postres. Mi señora se encargaba de la carne y el arroz. De repente nos pedían pollo al coñac y teníamos que buscar la receta en internet.
Los viernes montábamos la milonga. Los tangueros somos apretados. Salimos sólo a bailar y no comemos nada. Los cuequeros son distintos, comen lo que les pongas por delante. La gente no es para bailar solo tango, hay que poner diez cumbias, dos o tres tangos y cueca entre medio. Así me transformé en DJ. La gente te reclama los temas: “Yapo si queremos cueca” o “cuándo viene el rock&roll”. Yo juego con las luces como si fuera una disco y las viejitas empiezan a alegar que quieren tango. Tengo una cámara que los graba mientras bailan y se ven proyectados en el data show.
“Acá estamos en familia”
El equipo de la Radio El Sol de La Florida echa de menos los viernes. Nadie les está poniendo publicidad. Eran buenos para el karaoke. Venían a escuchar a los artistas. El doble de Germán Casas, me llamó, quedó sin trabajo. Están todos los locales cerrados.
Hemos tenido a Los Iracundos en El Paraíso. ¡Tremendo grupo! Llegaron sólo 40 personas, pero ellos cantaron como si estuvieran en el Festival de Olmué. “Es que acá estamos en familia”, me dijeron. Hay artistas pesados que sólo cantan diez canciones, ellos tocaron y tocaron. Hace meses hablamos de que podrían volver, pero vino lo del estallido social.
Me preocupa qué va a pasar con la distribuidora a la que le compraba las bebidas y con el local que me abastecía de empanadas y sopaipillas.
Muchas personas como los artistas no tienen ficha social. Viven con lo justo y están endeudados con las casas comerciales. Mi hija se ha encontrado con gente que venía a bailar y que ahora está complicada porque tiene cuentas de agua y luz sin pagar. Hay gente que ha vendido sus sillones o el comedor para salvar su autito. Esa gente no habla y la ayuda social está llegando muy lenta. Eso me tiene revuelta la cabeza.