¿Cómo logra pagar los sueldos una cadena de restaurantes si no tiene ingresos? Jorge Greene, gerente general de Schopdog, hizo el recorrido que cualquier otro en su lugar habría hecho: primero avisó a los proveedores que no les podría pagar, luego suspendió a 405 trabajadores y se quedó con 58 activos, y finalmente, postergó el pago de impuestos. En paralelo, dejó sólo 10 locales funcionando y lanzó dos nuevas líneas de comida diseñadas para delivery: María Morena y Montalbano. A esta altura tiene poco a qué echar mano.
La falta de liquidez fue una preocupación que cruzó nuestras conversaciones durante estos 15 días. Desde mediados de abril, su esperanza está puesta en los préstamos con garantía del Estado que los bancos dicen que cursarán de manera “automática, masiva y estandarizada”. Este es su relato de cómo ha logrado sobrevivir a la crisis provocada por el coronavirus y es el quinto artículo de esta serie. La Segunda lo publicó el viernes 8 de mayo de 2020.
“Siento que estamos nadando y no veo todavía la isla. No sé cuánto nos falta para llegar. No ha pasado nada con los bancos. Estamos haciendo las presentaciones para los préstamos Covid19. Es mucha pega. Uno no negocia con un banco, sino que con varios. Ninguno se va a arriesgar a prestarte toda la plata, aunque sea con garantía del Estado. Por suerte, hemos sido súper ordenados y estamos al día.
Me dicen: muéstrame cómo te fue hasta septiembre, cómo te fue el último trimestre y cómo te fue a principios de año. Con un mes y medio de ventas que me presten, estamos bien. Pero no me sirve que me los den en julio, tiene que ser ahora en mayo.
Chutear para adelante
Contratamos un asesor financiero. Lo pensamos harto en el directorio. Yo creí que lo podía hacer solo, pero la verdad es que no. El sabe qué cosas presentar, cuáles son las importantes y me da los atajos para llegar al resultado. Me hace trabajar en lo que tengo que trabajar y no en lo accesorio. A veces uno se enfoca en la historia y no es necesario. La viabilidad se ve hacia adelante, no hacia atrás. Tengo que tener mucha claridad en el flujo y en la estrategia comercial.
Hemos hecho todo para ganar tiempo. Chuteamos las tres cuotas de los préstamos que tenemos vigentes. Los proveedores nos dieron más plazo. Los centros comerciales no nos cobran arriendo, pero sí gastos comunes lo que es bien discutible. Ellos cerraron de manera voluntaria y no nos consultaron. Por lo menos a mí, no me preguntaron la opinión, quizás a las grandes tiendas sí. Yo soy el típico caso de “me enteré por la prensa”. Nos acogimos a todos los beneficios que dio el gobierno: aplazamos el pago de PPM, IVA y Operación Renta y suspendimos a la mayor parte de nuestra gente. E igual los accionistas tuvieron que aportar plata para pagar las imposiciones de toda la plantilla y los sueldos de los 58 trabajadores que nos quedan activos.
No tengo casi ingresos y no sé cuándo los voy a tener. No depende tampoco de mí, los restaurantes estamos cerrados por orden del gobierno.
Los garzones nos preocupan
Estamos preparando la apertura de los restaurantes. ¿Cuánta gente saldrá a comer? ¿Con cuánto miedo?
Los garzones nos preocupan. Van a estar en contacto con mucha gente. Desarrollamos cartas digitales que se desinfectarán antes de cada atención. La mesa sólo se armará cuando llegue el cliente a ocuparla. Incluso pasar la tarjeta de crédito es un tema. Sólo el 30% de nuestras ventas se realizan con efectivo. Quizás habilitemos códigos QR para que los clientes paguen a través de sus teléfonos. Si nos resulta, adiós a las maquinitas de Transbank y de Multicaja.
Queremos instalar una barrera de acrílico o policarbonato donde no sea posible tener suficiente distancia social. Ya mandamos a hacer algunas y las probamos la semana pasada. Hay que organizar los locales de otra manera. No vamos a utilizar el restaurante completo, sino que se ocupará una mesa por medio. El verdadero cliente es el que está sentado. Una panadería, al lado de mi casa, tiene una entrada exclusiva para delivery, otro acceso para gente que viene a buscar pedidos y un tercer punto de atención para personas de compras individuales. Todavía no tengo claro cómo lo vamos a hacer, estamos en eso.
Tenemos 19 locales en malls cerrados y 17 en calle a medio andar o también cerrados. Eso es malo, pero es mucho peor comenzar a funcionar y que no llegue nadie. Eso sí que es desgastante.
Se aprieta la guata
Estoy en la oficina. Se siente solo. Somos cinco personas donde antes éramos 40, veinte están suspendidos. Vengo dos o tres veces por semana, por cosas puntuales, el resto del tiempo trabajo desde la casa. Hoy haré un par de reuniones presenciales. Son temas importantes que es mejor hacerlos personalmente. Tengo que volver a revisar las suspensiones y reducir jornadas de trabajo en Schopdog.
Antes dedicaba dos semanas del mes a visitar locales en Santiago y regiones. En la ciudad me movilizaba en metro. No he vuelto a recargar la BIP en estos meses. Tampoco el estanque de gasolina.
Ocupo mucho tiempo en hablar con la gente. Hay que contarles en qué estamos. Quieren volver a trabajar. Estar en la casa, suspendidos, viendo las noticias y los matinales, no les ayuda. Ellos pueden acomodar en algo sus gastos, pero no pueden manejar la incertidumbre. Necesitan una fecha de inicio. A cualquiera se le aprieta la guata al ver que Enjoy se sometió a reorganización judicial.
Esta partida en falso de los centros comerciales tiene consecuencias nefastas. ¡Abrir un día y cerrar al siguiente! Se nota que ese alcalde no entiende nada. Es un costo enorme para las personas que volvieron a trabajar y tuvieron nuevamente que ser suspendidas. Yo voy a abrir cuando tenga la certeza de que lo puedo hacer, no antes.
Todos los días cambian las cosas. Es y no es agobiante. Me gusta esto de estar con la adrenalina a tope. Son tiempos únicos y hay que vivirlos así.