- “Es cosa de leer la prensa para darse cuenta que hay un ambiente de cierta crispación y de debate político. Cuánto de esto está influyendo o no sobre el pesimismo de la población y de las empresas es una pregunta distinta”, dice el economista.
- El imacec de 1,7% en abril “es una cifra mediocre, pero coherente con nuestra visión del IPOM en términos que en el segundo trimestre la economía no está tomando una aceleración adicional. No cambia nuestras proyecciones”.
Publicado por La Segunda, viernes 5 de junio de 2015 (Pág. 37)
Pablo García tiene un estilo relajado para ser consejero del Banco Central. No le viene el escritorio de madera pesada, ni los cuadros clásicos que cuelgan de las paredes. Quizás por eso en su silla de escritorio tiene una manta con motivos nortinos que rompe con la formalidad del ambiente.
Regresó en 2014 directo desde el Fondo Monetario Internacional donde ocupaba el cargo de director ejecutivo por la silla del Cono Sur, para ingresar al Consejo del Banco Central. Fue promovido por el entonces ministro de Hacienda, Felipe Larraín, de quien fue su ayudante en la Universidad Católica, propuesto por el ex presidente Sebastián Piñera y ratificado por el Senado, y entró a reemplazar a Manuel Marfán al instituto emisor.
-La palabra confianza se repite 34 veces a lo largo del IPOM de junio, en cambio en el de marzo sólo 3 veces. ¿A qué obedece eso?
-Cuando se quiere entender lo que determina el ciclo económico, hay un montón de cosas que lo afectan como las condiciones externas, los eventos domésticos y las perspectivas respecto al futuro. Estas últimas no se pueden medir, salvo encuestando a la gente. Es un hecho que tanto en los hogares como en las empresas hay una percepción pesimista de lo que ocurre en la economía.
-Hasta el año pasado la pérdida de crecimiento se atribuía principalmente al fin del ciclo minero, ¿hay un cambio de énfasis hoy?
-Esa es una pregunta que no es fácil de desentrañar. Puede ser que el mismo ciclo esté generando mayor pesimismo y, por lo tanto, el pesimismo sea un producto y no un generador de la situación económica. Pero en nuestro informe intentamos dar una respuesta a esto y encontramos que hoy hay un componente de pesimismo autónomo que pesa sobre el crecimiento.
-Las bolsas mundiales están yendo al alza, hay liquidez internacional, los precios de las materias primas han tendido a subir, parece que lo que pesa negativamente es la política interna.
– Es cosa de leer la prensa para darse cuenta que hay un ambiente de cierta crispación y de debate político. Cuánto de esto está influyendo o no sobre el pesimismo de la población y de las empresas es una pregunta distinta.
-¿El Central no contesta esa pregunta?
-Es difícil realizar ese análisis a partir de la teoría económica. Eso amerita una respuesta sociológica. Lo que constatamos es que hay pesimismo, que ese pesimismo no sólo se puede explicar por lo ocurrido con la economía, sino que hay un componente adicional que está afectando la evolución de la inversión y de la demanda, y en cierta forma la actividad económica.
Gasto fiscal, simple aritmética
-Cuando el presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, dice que la política monetaria ya ha hecho su trabajo y la política fiscal también. ¿A quién le deja la responsabilidad del crecimiento?
-No se trata de asignar responsabilidades, sino de señalar cómo pensamos la macroeconomía y cómo construimos la política monetaria. En nuestro escenario base tenemos que el ciclo de desaceleración tuvo su momento más bajo en el tercer trimestre del año pasado, cuando la economía creció en torno a 1%. Ahora en el primer trimestre se halla en torno a 2,5%. La economía se está expandiendo a una tasa modesta, pero más alta que el punto más bajo del ciclo. Y dado que la política fiscal respondió con un sesgo expansivo, enfrentando la desaceleración, no se requieren ahora impulsos adicionales. La economía crecerá entre 2,25 y 3,25% del producto sin necesidad de un estímulo macro adicional en este escenario base.
– El Imacec de 1,7% en abril da susto.
-Es una cifra mediocre, pero coherente con nuestra visión del IPOM en términos que en el segundo trimestre la economía no está tomando una aceleración adicional. No cambia nuestras proyecciones.
-¿En qué minuto se recuperará la confianza?
-Lo esencial es que la economía no tiene desequilibrios macroeconómicos. Chile es competitivo y abierto al mundo, con solidez fiscal, e instituciones firmes. Esas son las cuestiones que terminan primando. Lo otro son vaivenes de corto plazo. En ese contexto, es difícil pensar que este pesimismo va a durar de manera indefinida porque la economía está sana.
-¿La política fiscal debe normalizarse?
-Hay un compromiso del gobierno de volver a un balance estructural cercano a cero y eso implica un crecimiento del gasto más moderado en los próximos años. Esto es simple aritmética, no es un mensaje.
-¿Quiénes están aprovechando hoy las tasas bajas de la economía? El IPOM señala que las colocaciones a empresas han caído porque estás no tienen proyectos de inversión y que los hogares tampoco se están endeudando.
– La gente está refinanciando sus pasivos y con eso baja su carga financiera. Esas son decisiones financieras que no tienen un impacto en el gasto hoy, pero sí permiten mejorar el balance futuro. Eso ha ocurrido sobre todo con las empresas.
“Que la inflación se estabilice en 4% no es aceptable”
-Se ha topado varias veces en su carrera con el actual ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.
-Lo conozco desde Cieplan en los 90. Coincidimos en el MIT, también en el Banco Central, en el Fondo Monetario Internacional…, son casualidades.
-¿Cuál ha sido la decisión profesional más difícil que ha tomado?
-Lo más desafiante fue la crisis 2008 – 2009 cuando me desempeñaba como economista jefe en el Banco Central y José de Gregorio era su presidente. Estaban de consejeros Sebastián Claro, Jorge Desormeaux, Enrique Marshall, y Manuel Marfán. Fueron momentos muy complicados porque primero hubo mucha inflación, después vino la crisis y la recesión.
– Y llevaron la tasa de política monetaria hasta 0,5%.
-Algo que a mí nunca se me habría pasado por la mente que íbamos a llegar a hacer y, sin embargo, fue necesario y adecuado. Mirábamos el mundo y parecía que iba a explotar. Era difícil saber si estábamos tomando la decisión correcta o no.
-Ahí le quedó la fama de que es bastante proactivo en materia de tasa de política monetaria.
-Hicimos un estudio con Luis Oscar Herrera y Rodrigo Valdés en el 2001, que planteaba que cuando uno tiene un esquema de política monetaria que es la meta de inflación, donde hay flexibilidad en el tipo de cambio y donde la política fiscal está anclada con una regla muy creíble y no tenemos problemas de endeudamiento con el exterior, eso da espacio para ser súper activo con la política monetaria. No se trata de ser halcón o paloma, sino que efectivamente se puede mover la tasa de interés más.
-¿Por eso en junio del año pasado fue el único consejero que se mostró dispuesto a bajar la tasa de 4% a 3,75% en contra del resto de los consejeros?
-Esa es una interpretación. Pero más allá del timing, yo creo que fue correcto disminuir en 200 puntos base la tasa. Hicimos un relajamiento monetario sin precedentes en el mundo emergente. Bajamos la tasa de manera agresiva, dejamos que el peso se depreciara, es verdad que pagamos el costo de un alza de la inflación, pero era la reacción apropiada para el shock que estábamos viviendo en ese minuto.
-¿Es posible tener 13 meses de inflación sobre 4% sin que el Central pierda credibilidad?
-La credibilidad no la determino yo, sino los participantes del medio que nos creen que la inflación volverá a 3%. Nosotros confiamos en que volverá a 3% durante 2016 y ese convencimiento es central en nuestra visión de política monetaria. Que la inflación se estabilice en 4% no es aceptable.
“Los del MIT tendemos a ser más pragmáticos”
-¿Qué diferencia a un economista egresado del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de otros economistas?
-En el MIT, te dan una gran libertad para escoger el tema de investigación, la metodología y la forma como enfrentar la pregunta inicial. En otras universidades, a la hora de hacer la tesis uno se enmarca dentro de la agenda de investigación del profesor guía. La segunda gracia que tiene el MIT es que allí se preocupan de que uno termine la tesis de doctorado a tiempo. Creo que eso influye en que los economistas de esta universidad tendemos a ser más pragmáticos.
-¿Le cabía la posibilidad de no ir al MIT dado que su padre –Eduardo García- fue el primer chileno graduado en esa universidad?
-Mi papá falleció en 1990, años antes que me fuera. En un minuto trabajando en Cieplan con Manuel Marfán y siendo ayudante en la UC de Felipe Larraín, decidí que quería ser un economista profesional y para eso necesitaba tener un doctorado. Postulé a varias universidades y quedé en el MIT.
-¿Cuál era su segunda opción?
– Me aceptó el MIT.