Raimundo Gazitúa es el jefe de hematología del instituto oncológico de la Fundación Arturo López Pérez (FALP). Corría 10 kilómetros diarios y se preparaba para la maratón de Berlín. Atendía pacientes, los diagnosticaba y les aplicaba un tratamiento. Era una vida acelerada, pero bajo control. Hasta que una amiga le mandó un pantallazo a fines de marzo y todo cambió.
Este es el primer artículo de una serie de cinco que publiqué en el diario La Segunda sobre cómo se levanta un proyecto que busca con ahínco dar una herramienta para el tratamiento de enfermos de covid en medio de una pandemia. Todo eso desde un centro oncológico altamente especializado en el tratamiento del cáncer.
“Soy médico clínico, no investigador, pero justo esa semana estaba en cuarentena parcial en mi casa, con algo más de tiempo y pude prestarle atención al mensaje de mi amiga Aya: “Rai, mira esto”. Era un pantallazo de la BBC.Hablaba del uso del plasma convaleciente para tratar a los enfermos de Covid. No es nada nuevo. Ha funcionado para el virus ébola y se usó para la gripe española.Revisé lo que había en internet y justo ese viernes 27 apareció otro artículo que decía que China había aplicado plasma convaleciente a cinco enfermos de Covid con buenos resultados.