Cuando comenzamos a conversar, Rodolfo Navarro creía que la cuarentena sería cosa de quince días, quizás un poco más. Hoy ya no se atreve a vaticinar. Lleva sus propias cuentas, sigue atento la conferencia del ministro Enrique Paris, le gusta su estilo, pero no se hace ilusiones de que su encierro termine pronto. Por los WhatsApp se entera de que el barrio se ha vuelto más inseguro, él también lo ha vivido en los últimos años. Este es el cuarto artículo de una serie de cinco publicados por La Segunda.
“Hace un año, mi nieta, la que tiene 19, salió con una amiga y cuatro delincuentes les quitaron los celulares y golpearon en la cabeza. Abrieron la puerta de la casa de la amiga, también golpearon a los abuelos y robaron lo que pudieron. ¡Fue terrible! Nos amanecimos haciendo declaraciones en la Fiscalía y no sirvió de nada.
Otra vez, reventaron la reja de mi casa, era de noche, entraron hasta mi puerta principal. Me asomé por la ventana del segundo piso y les grité que los iba a matar. Por suerte que me creyeron y arrancaron.
Recién en la mañana le robaron el taxi a un vecino. Fue a unas 10 cuadras de acá. Me enteré por el WhatsApp del vecindario. El pobre hombre quedó llorando.
Antes decíamos que acá no pasaba nada y que vivíamos en un buen barrio. Ahora se escuchan balazos en la noche. La Comisaría de Los Quillayes está a 10 o 15 cuadras al occidente. Son pocos los carabineros y no hay mucha presencia policial. Tampoco les hacen mucho caso.