Sólo una vez, en estos treinta días de conversación, Rodolfo no pudo contestar el teléfono. Ese día su hija sufrió un ataque de epilepsia. El resto del mes siempre estuvo buscando algo que hacer en la casa, tratando de hallar un lugar en la comunidad y manteniendo vivos sus grupos de WhatsApp. Sigue siendo el profesor de tango para ellos. Este es el último artículo de la serie que se publicó en el diario La Segunda.
“Comencé a sentirme acorralado por el bichito. Por suerte la familia de mi hermano salió adelante y ya pasaron lo peor. Falleció una vecina, estaba intubada, tenía mi edad, 70 años. Su mamá había muerto hace tres o cuatro semanas. El almacén de la esquina lo cerraron por covid. También murió un amigo de la infancia.
Mi hija, Marlene, ha tenido que ir a entregar mercadería casi a la medianoche. La municipalidad tiene miedo de que los vecinos discriminen a las familias contagiadas y prefiere atenderlas cuando ya hay toque de queda.
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