- Este neurocientífico lideró un estudio que analizó a 66 paramilitares colombianos, confesos algunos de 600 asesinatos.
- Las personas sopesamos si hubo la intención de dañar, independiente del resultado, y si lo hubo es moralmente negativo. Pero cuando se trata de un terrorista, éste privilegia el resultado y desatiende todo lo que tenga que ver con la intencionalidad, concluye el documento.
- Según Ibáñez, este patrón de conducta se da en el 90% de los paramilitares analizados.
Publicado por La Segunda, lunes 11 de junio de 2017
Once medios de comunicación internacionales han reproducido el estudio “Evaluación orientada a resultados morales en terroristas” que encabezó el investigador Agustín Ibáñez, y que se publicó el viernes 26 de mayo en la revista Nature Human Behaviour. Parte de la recepción se debe a que salió tres días después del atentado en el Manchester Arena durante el concierto de Ariana Grande, que causó 22 muertos y 56 heridos.
Este científico argentino que participa del Centro de Neurociencia Social y Cognitiva (CNSC), Escuela de Psicología de la UAI, pone en duda de que “la ideología o la religión sea el principal motor de acción para terroristas adscritos a Isis o a grupos paramilitares. Tal como lo hemos visto entre los paramilitares, es posible que para los terroristas islámicos sea más relevante el estatus, el reconocimiento y la pertenencia a un grupo. Usan la religión o la ideología como una forma de justifica a posteriori su actuación violenta”.
En la investigación trabajaron 6 científicos durante tres años y medio que analizaron a 66 paramilitares colombianos y los compararon con 66 personas no criminales y con otro subgrupo de criminales no terroristas. “Los paramilitares elegidos son terroristas con conductas violentas extremas, confesos de haber cometido un promedio de 33 asesinatos (algunos llegan a 600). Además, han protagonizado otro tipo de crímenes como tortura, desmembramiento y violación. Ninguno sufre de enfermedades mentales psiquiátricas o neurológicas”, puntualiza.
Ibáñez explica que eligieron Colombia porque es uno de los países que figura más arriba en los rankings de violencia y por tiempo más prolongado, superando a los territorios dominados por Isis o Al Qaeda, aunque previene que se trata de focos ubicados principalmente en zonas rurales. Amnistía Internacional estima que en las dos últimas décadas han muerto, al menos, 70 mil personas víctimas del terrorismo.
-¿Un paramilitar es igual a un guerrillero y a un terrorista?
-En términos globales, sí. Realizan acciones violentas, con o sin apoyo político, pero también son muy diferentes. En general, hay más actos de deshumanización en los paramilitares que en la guerrilla. Por ejemplo, han llevado a cabo operaciones de limpieza para exterminar a los homosexuales o adictos.
-Se asume que los paramilitares son de derecha y la guerrilla, de izquierda.
-No puedo hablar de las características de la guerrilla porque estamos recién estudiándola, pero tengo serias dudas de que los paramilitares tengan motivos ideológicos claros, la mayoría recibe una paga. En Colombia se ha concluido que sólo el 13% de los desmovilizados por el proceso de paz –que incluye a paramilitares y guerrilla- tiene un trasfondo ideológico.
En busca de un predictor
– ¿Cuál es el aporte que ustedes hacen?
-La mayor parte de los estudios sobre terrorismo son sociológicos, antropológicos o epidemiológicos, pero hay pocos que se preocupan sobre cuáles son los procesos mentales que caracterizan a estos individuos. Por eso, primero estudiamos los rasgos de inteligencia, su capacidad de abstracción, y de planificar o secuenciar, entre otros aspectos. Medimos los niveles de agresión e hicimos pruebas de reconocimiento socioemocional. Finalmente, aplicamos la prueba de moral a través de tests en que los sometimos a distintas situaciones. Las personas solemos sopesar en nuestro juicio moral más la intención que el resultado, es decir, si se tuvo la voluntad de dañar o no al otro es relevante. Si hubo la intención de dañar, independiente del resultado, es moralmente negativo. Pero cuando se trata de un terrorista, éste privilegia el resultado y desatiende si hubo intención o no. Por ejemplo, para el paramilitar lo que vale es si se mató o no. Nunca había encontrado un patrón como éste que me permitiera clasificar ciegamente al 90% de los terroristas. Las medidas de agresividad y los déficits de reconocimiento emocional no son tan certeros como sí lo es el patrón moral.
-¿Y cuál es la importancia de que no reparen en la intención?
– Si no juzgan la intención, dejan de ser responsables del acto. Algo similar ocurrió en los juicios de Núremberg (1945-1946). Los nazis se escudaron en el “yo recibí órdenes”. Cuando se trata de actos de deshumanización, es muy difícil asumir la culpa y se usa el argumento de que el fin justifica los medios.
-¿Qué tan decidor es este estudio?
-En primer lugar, no hay otro estudio de ciencias cognitivas aplicado a terroristas. No se había investigado cómo piensan y por qué actúan de determinada manera. En segundo término, un estudio por sí mismo no entrega evidencia robusta. Por lo tanto, me encantaría aplicar estos mismos protocolos a otros grupos terroristas para chequear si se repite este patrón. Uno puede encontrar ciertas homogeneidades, pero el contexto determina en gran medida las respuestas. Si bien estamos lejos de poder probarlo aún, pensamos que estos sujetos no son mayoritariamente sicópatas, sino sociópatas, con un aprendizaje social de la violencia. Son un producto de la sociedad.