Llevo 7 años trabajando con aquellos que llamamos lumpen. Realizo un taller de lectura para jóvenes presos. Y cada año que ha pasado, he visto con mayor desolación que el Estado no funciona.
El Estado deja que los niños se críen en la calle y los recoja el narcotráfico, veo a los padres que impulsan a sus hijos a salir a robar y veo a jóvenes que les da lo mismo un carabinero o militar armado porque han vivido entre armas.
¿Por qué me atrevo a afirmar todo esto? Porque lo he visto.
Conocí a Jairo que tiene 17 impactos de bala en el cuerpo y todo el lado izquierdo con poca movilidad. Nunca supe quién lo quiso matar y por qué.
Conocí a Cristopher que se alegró cuando le dieron cinco años de prisión y no 10 como pedía la Fiscalía. Mató a tres personas a los 15 años, dos en una noche y otra al día siguiente. “Teníamos problemas”, me explicó.
Conocí a Kevin que abandonó el colegio a los 8 años. Apenas juntaba una letra con otra y, sin embargo, podía armar y desarmar de memoria un fusil.
Conocí a José que eligió la imagen de un bosque quemado para describir cómo se sentía cuando consumía pasta base.
Conocí a Piero que recordó en una sesión del taller cuando una guagua en su población quedó en medio del fuego cruzado entre dos bandas de narcos.
Conocí a Antonio que se enorgullecía de quitarle la droga a los narcos de su población. Y la vendía luego en la población vecina.
Conocí a Ismael que cuando le conté que me robaron el computador, me contestó: “Le apuesto que ya se compró otro”.
Conocí a Ángel a quien su papá lo obligó a meterse por la ventana de su colegio para que robara. El padre compró pasta base y a él le regaló una cama que desapareció a la semana.
Conocí a Eric que recordaba a su mamá con una pipa de pasta base.
Conocí a Carlos que por más que trataba de entender lo que le enseñábamos, no entendía nada.
Conocí a Jesús que a sus 16 años está emparejado con una mujer de 24 años y ahora que está preso anda preocupado porque “no se puede confiar”.
La mayoría ya tiene uno o dos amigos muertos y varios que han pasado por la cárcel.
Cuando pregunto, ellos contestan: “Así es la vida”.