- A casi seis meses de haber asumido, el ministro de Hacienda ha ido ganando protagonismo al interior del gobierno, lo que recuerda el tipo de empoderamiento que tenían sus antecesores en la época de la Concertación.
- Después del discurso del 21 de mayo, el gobierno comenzará a despedirse y Valdés gestionará esa salida.
- “Ha aprendido a no forzar los procesos porque los acuerdos toman tiempo”, dicen sus cercanos.
Publicado por La Segunda, Viernes 13 de noviembre de 2015.
A pocos días de haber asumido Rodrigo Valdés como ministro de Hacienda, la presidenta Michelle Bachelet rebalanceó la fórmula para enfrentar la Reforma Laboral. En el período de Javiera Blanco como ministra del Trabajo, esta cartera llevaba la agenda y se coordinaba con Alberto Arenas en Hacienda. “Tras el ingreso de Rodrigo Valdés, la instrucción fue que ambos ministerios actuarían coordinadamente y las decisiones económicas las tomaba Rodrigo Valdés”, explican al interior del gobierno.
Ese nuevo orden es el que prima en casi todos los proyectos de importancia que lleva el gobierno. Valdés ha tomado así el rol de Primer Ministro con un empoderamiento que recuerda a los titulares de Hacienda de los gobiernos de la Concertación.
Aunque hay, al menos, dos diferencias relevantes respecto a sus antecesores. “Los ministros de Hacienda de la Concertación llamaban a ajustar el gasto público por debajo del gasto privado movidos más por una convicción ideológica que por una coyuntura real; a Valdés le toca un país que efectivamente pasa por un período de estrechez fiscal”, analiza una fuente oficial.
Su misión, por ende, ha sido encuadrar las reformas comprometidas porque “la situación económica del país no es de vacas gordas ni flacas… es de vacas diet”, dijo ante la comisión mixta de Presupuesto del Congreso cuando analizaban las partidas para el 2016.
En el equipo económico se apuran en señalar que el protagonismo de Valdés obedece a un mandato presidencial de imponer austeridad y racionalidad económica a las prioridades del gobierno. “Su liderazgo está dado por la voluntad de la Presidenta. A lo que se suma que él no está disponible a hacer algo distinto de lo que cree correcto técnicamente”, aseguran.
Un ministro menos poderoso
La segunda diferencia respecto a sus antecesores deriva de lo complejo que resulta llegar a acuerdo al interior de una coalición como la Nueva Mayoría, donde el abanico de soluciones posibles para 7 colectividades políticas es bastante más amplio que en la era de la Concertación. “En este sentido, Rodrigo Valdés es un ministro menos poderoso”.
Quizás por eso, a la salida de la inauguración del XXV Congreso Nacional del Partido Comunista, el secretario de Estado destacó “la importancia de la disciplina, de este espíritu de cuerpo que tiene el PC. Creo que si todos tuviéramos ese espíritu de cuerpo…, sería bastante más fácil abordar los temas en que estamos”.
Por carácter, pero también por realismo, Valdés es más dado a convencer que a imponer. “Ha aprendido a no forzar los procesos porque los acuerdos toman tiempo. Esta es la lección que ha sacado de la discusión de la Reforma Laboral”, dice un cercano. Otro señala algo similar, pero de manera distinta: “Prefiere que el proyecto se demore en salir, pero cuando salga sea algo con lo que esté de acuerdo”.
La Reforma Tributaria es otro cuento. “La está arreglando con alambritos” porque el costo de abrir nuevamente la discusión era muy alto en términos de incertidumbre, explica una fuente oficial.
“Si al final lo que Valdés tiene claro es que en esta pasada se juega su reputación como economista que es su gran activo, por lo tanto, hará una reforma laboral que no cause desempleo estructural y tratará de dejar las cuentas públicas en línea con la regla fiscal”, señala un economista del Central.
Con el mismo equipo de Arenas
Quienes han trabajado con él están aún sorprendidos que haya aceptado ser ministro a ciegas, sin condiciones. “Fue un acto de arrojo casi suicida”, señala uno de ellos.
Más inaudito resultó para sus antiguos compañeros de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile en los 80. No porque se dudara de la capacidad intelectual del “Patán Valdés”, sino porque nunca demostró mayor interés por la contienda política. A diferencia de Alberto Arenas que sí formó parte del movimiento estudiantil de la época, Rodrigo Valdés tiene redes políticas muy limitadas. Si bien milita en el PPD, su participación se reducía a integrar intermitentemente la comisión económica.
Sin embargo, ha sabido alejarse de posibles bombas de tiempo. Por ejemplo, cuando comenzó a enquistarse la idea de la dupla Burgos-Valdés en el gabinete, declaró rápidamente que eran cuatro ministros que actuaban en conjunto, sumando así a Nicolás Eyzaguirre y Marcelo Díaz.
Tampoco le sirvió su reputación de buen economista con doctorado en el MIT a la hora de atraer nuevos talentos al ministerio de Hacienda. De hecho, Valdés mantuvo a gran parte del equipo de Arenas y poco a poco ha ido construyendo confianzas. También se llevó a asesores de otros ministerios o subsecretarías. Por ejemplo, a Alejandro Micco le levantó a su jefe de gabinete, Ricardo Batarce; y al ministro Luis Felipe Céspedes, a su asesora de comunicaciones, Marcela Gómez.
Donde hizo cambios fue en el Servicio de Impuestos Internos y lo logró enrielar. Despidió a su director, Michel Jorrat, y lo reemplazó por Fernando Barraza a través de concurso público.
Gestionar la salida de Bachelet
“No hay tiempo para mucho más”, dicen en las ocho cuadras de la Moneda. “Después del discurso del 21 de mayo del próximo año, el gobierno comenzará a despedirse y Valdés gestionará esa salida”.
Lo que pueda hacer extra estará dado fundamentalmente por su capacidad de aprovechar las crisis para avanzar en temas o proyectos congelados en el Congreso. “No hay que desperdiciar una buena crisis”, dice un colaborador externo de Hacienda. Por ejemplo, el llamado cartel del confort ayudó a reimpulsar el proyecto de ley anticompetencia que “dormía” desde hace siete meses en el Poder Legislativo.
Por ahora lo que le consume gran parte del día es el presupuesto para el próximo año, donde tiene estipulado un crecimiento de 4,4% respecto al gasto efectivo. Al mismo tiempo, tiene un ojo puesto en la negociación por el aumento de las remuneraciones que demanda la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), la que solicita un incremento de 8% nominal que está fuera del rango presupuestado.
El problema radica en que cada año el presupuesto se aprueba con una provisión destinada a gastos eventuales, los que comprenden una estimación de alza de las remuneraciones del sector público. “Arenas estimó un aumento en el presupuesto para el 2015, menor al que realmente se dio en diciembre a los empleados fiscales (6%) y eso produjo que se gastara este año más de lo contemplado. Valdés no quiere que esto suceda en su gestión”, explica un economista.
Por eso, se trajo del ministerio del Trabajo a Roberto Godoy. Muchos interpretaron que la llegada de este socialista –cercano al diputado Osvaldo Andrade- apuntaba a apoyarlo en la discusión de la Reforma Laboral, lo que es cierto, pero también se espera que tenga un rol relevante en las negociaciones con el sector público.
En Hacienda saben que el presidente de la ANEF, Raúl de la Puente, ha aleonado a sus huestes, sobre todo a partir del bono del Banco Estado. Así se interpreta el apoyo que dio al paro del Registro Civil. Sin embargo, terminado ese conflicto, la lectura que hace el gobierno es que la paralización de 39 días en ese servicio agotó la capacidad de la ciudadanía para aguantar otro paro. “No hay espacio para una negociación con el tejo pasado”, tratan de creer fuentes oficiales.
El mini gabinete de Valdés
El bono de $6,3 millones que el Banco Estado aprobó para sus empleados fue una herida auto inferida que Valdés se apuró en responder. Le costó la presidencia a Guillermo Larraín. “El ministro da libertad de acción para buscar soluciones, pero dentro de las restricciones que impone Hacienda”, se explica.
Incluso los ministros del área económica han tenido que adecuarse a esta forma de trabajar. Valdés ha dado una impronta más política al Comité de Ministros del Area Económica. Hoy es un gabinete pequeño donde se fijan las prioridades y un marco de acción, por ejemplo, en el Congreso, no está limitado a destrabar proyectos de inversión.
“La voz cantante la lleva Valdés. El pide y exige. Cuando alguno de los ministros ha ido a La Moneda a buscar apoyo, él los ha confrontado. Eso ha pasado una o dos veces”, cuenta una fuente oficial que no quiso identificar a los díscolos.
Ley de Bancos llevará su sello
No todo será enmendar entuertos ajenos. Dentro de las prioridades de Valdés está el enviar el proyecto de reforma a la Ley General de Bancos en diciembre o enero. “La Superintendencia de Bancos era la encargada de preparar el proyecto, pero el curso que tomó el trabajo no gustó del todo a Valdés. ¿Qué hizo? Creó en septiembre un consejo asesor plural para que recomendara el tipo de decisiones a tomar”, explican en el equipo económico.
Si bien se reconoce que el superintendente Eric Parrado ha hecho una gran labor de modernización en ese organismo, el proyecto fue tomando una envergadura que era difícil de sacar en el Congreso. “Hay que concentrarse en poner al día a los bancos con los requisitos de Basilea III. En eso, estamos todos de acuerdo. Abrir otros temas es poco realista”, afirma un economista.
Con la creación de este comité, Valdés buscaría dos objetivos: el primero apunta a simplificar o consensuar la propuesta para que el proyecto se apruebe rápido el próximo año; y el segundo, pretende neutralizar el lobby de la banca en el Congreso. De paso, toma el sello del titular de Hacienda.
Está en medio de varias batallas –reforma a la educación y laboral, presupuesto y remuneraciones del sector público- y en las que ya concluyeron, no ha resultado enteramente ganador ni perdedor. En pocas palabras, “ha demostrado ser un buen ministro de Hacienda en la medida de lo posible”, dice un antiguo compañero del Central, recordando la frase que acuñó el ex Presidente Aylwin.